De la niña que mira margaritas
con ingenua malicia de entendida
en la ciencia voluble de las flores,
te ha quedado un rubor en las mejillas:
una forma indecisa de callarte e ignorar
lo que oyes mientras piensas...
¿ no sería -pregunto- aún posible
una magia similar, ya mujer,
de paseo sereno y emociones
sencillas, con su aroma prendido en la memoria?
Siempre es bueno volver a lo que fuimos,
a ese primer amor, en campo de intuiciones,
lleno de margaritas y sólo para niños.
hermoso... éste poema sopla con ingenua malicia y color arlequín o flautista de las olas...un canto de ballena.. al que volver
ResponderEliminarLas olas de la infancia, Mareva, que a veces se quedan en pleamar dubitativa. Muchas gracias.
EliminarSalud
Manuel