sábado, 25 de agosto de 2012

El flojo y las hormigas: cuento para colorear.

Vivía con su madre. Su vida era en blanco y negro porque le parecía que el color era una burla de la naturaleza hacia su talante observador y científico. Horas, días, semanas, meses y años contemplando el hormiguero hasta que dio con una intuición que creyó fundamental; las hormigas tienen alma. Cómo si no podían organizarse y recoger con esa infatigable animación nerviosa, sin perderse, toda la colección de elementos nutricios, dispersos en un radio de acción de un kilómetro. De qué manera se comunicaban para identificar a un enemigo. Por qué se lamen unas a otras para curarse las heridas. Ildefonso descubrió que eran capaces de formar una balsa con sus cuerpos para flotar en el agua minimizando el número de víctimas en sus filas. Cuando veía el telediario no podía comprender como era posible que el hombre, mil veces mil más inteligente que la hormiga, se comportara como un ser abyecto y egoísta, masacrando a su igual o despreciándolo como a un ser inferior. Todo esto lo traía muy pensativo, y para colmo su madre se empeñaba en eliminar sistemáticamente los pequeños reductos de orden, trabajo y solidaridad, que las hormigas de casa sostenían con admirable fatiga día y noche a toda costa, por unas míseras migajas de pan sobre la tabla de madera de la cocina. Sólo él conocía los rincones de sentido común por donde entraban y salían, dándole un poco de vida a la cocina impecablemente limpia de su progenitora. Ni siquiera ella podía comprender por qué Ildefonso perdió su juventud y un futuro halagüeño, similar al que las diminutas obreras se procuran para el invierno, empleando su tiempo en estudiarlas con el detenimiento de un doctor en biología; y mucho menos el amor que les profesaba. Un día de abril hermoso, con un azul limpio de nubes estalló la guerra. Ildefonso fue llamado a filas, le mandaron una carta pero no la abrió, hubo de leérsela su madre. Aquello no iba con él. Cogió un hatillo con algunas pertenencias de valor: una lupa, un cuaderno y una caja de madera con lápices de colores. Se iría de allí, donde la estupidez humana no pudiera hacerle mella alguna, a dibujar la estructura interior de un hormiguero: su arquitectura secreta, el alma evidente de las hormigas, vedada para el común de los mortales. Abierta sólo para él.

                                        Hemisphere by Intillimani on Grooveshark


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