La noción de estado respira con dificultad. Duerme en un cajero automático. Fuma restos de colillas y bebe vino de garrafón. El estado de la noción de estado es deplorable: viste con ropa de tercera mano, lee la Fenomenología del espíritu en el banco de un parque público. Las palomas se acercan a dejarle alguna migaja, sí, porque la noción de estado no tiene nación. Fue condenada al ostracismo, no pudo demostrar que era útil para todos. Es una lástima porque la noción de estado sabe: barrer nubes, levantar las tapas de las alcantarillas y propagar por la cloaca el eco de su voz de barítono topatumbas, conducir un autobús hasta el cementerio de mariposas donde los políticos deshojan la margarita que el rey marica dejó olvidada dentro del manual de historia. Y otras inservibles cosas públicas sabe hacer la noción de estado (le vino muy mal la caída del muro de Berlín). Todos los días pisamos con paso firme sobre la noción de estado, esa indigente que te regala una flor a cambio de nada. Seguro que están echando pestes de ella en esa peluquería para perros de la esquina, que llaman Congreso de los diputados. Sólo Hegel, de vez en cuando, le ayuda con una limosna. Es alemán y se lo puede permitir.
miércoles, 26 de febrero de 2014
EL ESTADO DE LA NOCIÓN
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Buenísimo. Saludos nocionales.
ResponderEliminarGracias, Antonio, la noción es el problema fundamental: una noción sin banderas, si acaso que flamee siempre la inteligencia y la sensibilidad.
EliminarAbrazo