Nada. Hay mañanas del agosto legionario que la retina sufre el fantasma de las últimas preguntas. Hoy tocaba la cuestión “¿Tiene algún objeto su vida?”. El regalo venía de la mano de un enorme ángel de la tercera edad, bendito sea, que por mi bien me visita de vez en cuando para ver como va el estado de mi alma huérfana. El problema de fondo es la hora de la visita, pues estaba leyendo el poema Deshoras, de César Vallejo, acodado en la insegura baranda de la terracita, y el susto ha sido padre.
El poeta peruano meditaba sobre la pureza en una posición bastante comprometida, con la desesperación ungida por un dios ateo “Pureza amada, que mis ojos nunca llegaron a gozar. Pureza absurda!”. En este momento, absorto en las primeras estribaciones de esta palabra, que, no sé por qué, me llevaron a recordar la escultura archisentada de El Pensador de Rodin; ahí, en ese instante y no otro, se ha presentado lo que aparentaba ser una señora chiflada, espectro con alas, peluca bien marcada y una pandereta, y he estado a punto de precipitarme de un quinto piso con las obras completas de César Vallejo y unos calzoncillos con chanclas como único atávico sostén de un pudor de andar por casa. Dedicarse a la literatura a tiempo completo es más peligroso de lo que la gente piensa. Otro día respondo a la pregunta.
sábado, 3 de agosto de 2013
APARICIONES SIN OBJETO
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De lo existencial a lo histriónico en un abrir y cerrar de cuento. ¡Más!
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