hablaré contigo,
a pesar de los dioses,
que vuelven contra mí
sus esqueletos.
Si tengo fuerzas
hablaré conmigo,
aunque me muera al verme
en el espejo.
Viene al revés el tiempo:
lo adivino.
Sé quién ha de romper
la paz y el vidrio
que crece entre las luces
y mis días.
Viene al revés mi vida,
hacia la cuna,
y no se quien me vela
y me aconseja.
Los dioses nada saben
de mis pasos.
Mi cuerpo se consume
día a día.
Mi cabellera crece,
y son las uñas
las que hurgan en el vientre
del palacio.
No quiero pasaportes
ni montañas.
No quiero nada ahora
que me estorbe
para ver cara a cara
la esmeralda,
el cristal que se rompe
cuando miras.
Lucho a brazo partido,
me abandono,
y no sé cuanto tiempo
llevo vivo.
Mi fuerza no está en mí,
ni yo soy nada
que no pueda olvidarse
en un minuto.
Jean Cocteau, El testamento de Orfeo. |
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