La convención anual de pelusombras no se reúne en un palacio, ni en el orfeón de arias tristes, ni siquiera en un estadio olímpico, donde podrían muy bien por cierto subsanar su intimidad doliente corriendo alegremente los cien metros obstáculos. Las pelusombras no sirven para nada, y aparecen siempre como si tal cosa, a reclamar un puesto en la memoria de los niños. Es así que pasan a exhibir sus variados colores. Una pelusombra no es un osito de peluche. Habría que pedírselo.
Convención internacional de pelusombras: se celebra en los ojos de un niño. |
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