Existe un mutilado, no de un
combate sino de un abrazo, no de la guerra sino de la paz. Perdió el rostro en
el amor y no en el odio. Lo perdió en el curso normal de la vida y no en un
accidente. Lo perdió en el orden de la naturaleza y no en el desorden de los
hombres. El coronel Piccot, Presidente de “Les Gueules Cassées”, lleva la boca
comida por la pólvora de 1914. Este mutilado que conozco, lleva el rostro
comido por el aire inmortal e inmemorial.
Rostro muerto sobre el tronco
vivo. Rostro yerto y pegado con clavos a la cabeza viva. Este rostro resulta
ser el dorso del cráneo, el cráneo del cráneo. Vi una vez un árbol darme la
espalda y vi otra vez un camino que me daba la espalda. Un árbol de espaldas sólo
crece donde nunca ni murió nadie. Un camino de espaldas sólo avanza por los
lugares donde ha habido todas las muertes y ningún nacimiento. El mutilado de
la paz y el amor, del abrazo y del orden y que lleva el rostro muerto sobre el
tronco vivo, nació a la sombra de un árbol de espaldas y su existencia
transcurre a lo largo de un camino de espaldas.
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