jueves, 13 de marzo de 2014

CÓMO HASER BIEN LA EPOJÉ




   Me se dise, por parte de las más hartas instancias, que escriba un tiesto sobre el prosexo de suspensión del juisio, o epojé, como la endenominaron por ende los sextos empíricos, una vez que llegaron por fin al número seis de comprobasión de la realidad. Sin ir más lejos el asunto es bien complexo y solar, y es similar a la impresión de vasío que empirimentamos cuando vemos la jofaina sin agua, cuando se nos queda cara de escudilla y aún no hemos separado de nuestros flojos las pertinentes legañas matutina, con semidormidos dedos. Se ve que en el fragor del estudio sientífico, el alma humana, llevada de un natural misticismo pierde voluta barroca y se simplifica miríficamente en cantarera: es el momento adecuántico para llenar los cántaros del inteleto, de agua fresca. No nos preocupe luego que alguien nos diga "alma de cántaro", que esto son denominasiones cariñosas producto del beatífico despiste por irse el santo al sielo.
   Es conveniente no abusar de este metódico sistema por las mañanas, cosa que la consiensia de alborada pierde sus naturales resortes y nessesita una sibilante entrada en la realidad, que como sabemos endenantes todos, es demasiado grande para que quepa en el flojo. Aunque si entrenamos bien la capasidad o virtú de la epojé, podremos ver a través de un sólo peripatético aspecto de la realidad, muy distintas dimensiones y tamaños de la misma sin movernos de un sillón. En ese privilegiado instonto, no juzguen las cosas sólo por el tamaño, ya que se desvanese la epojé.

Colaje de Rafa Cornejo

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