Consecutivamente
le crecieron a mi garganta:
astillas
luego una voz de sandalia
que competía en disciplina con las hormigas
luego un bramido seco,
truncado en su columna gravísima
luego di en la flor de la carne un llanto
de peras al olmo
parco mamífero, ondas descabelladas,
dos canicas que me servían de ojos,
algún pico de pájaro.
¿Saben ustedes?
La reverenda llaga sonríe
cuando se le arrancan las sombras postizas
que lleva escritas en el pentateuco.
No tengo frío ni calor
sino la dentellada invisible del tiempo
y un amor subjuntivo
que me pone el café por la mañana.
Colaje de Ismael Velázquez Juárez / Página en Facebook |
El amor subjuntivo penetra en el tuétano como una cucharilla en la garganta que nos incita a pronunciar el vocablo "pájaro". La piel y lo de encima de la piel toman una textura de plexiglás tornasolado y la sombra del cuerpo deja de ser plana.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó