entre algodones, preso en apariencias,
me clavo tu mirada que multiplica estrellas
me abandono, herido, a tus labios de alfanje
y divides mi cuerpo con tus manos celestes.
No sé por qué contemplo el fulgor de la tarde
o las flores ajenas a su encanto inconsciente;
como peces se hunden en mi boca tus besos
mientras oigo tremar en el céfiro ardiente
el silbido telúrico de los días sin nombre:
será porque es aquí, entre tus brazos,
donde la carne ahuyenta sus insomnios.
Precioso... Y me encanta la foto :-)
ResponderEliminarMuchas gracias, lo celebro de veras.
ResponderEliminarSaludos, Gina.
Una invitación a una molicie amorosa, solamente posible en los días bochornosos del verano.
ResponderEliminarMe resulta muy gráfico. Genial.
Salud y molicie.
Me mola la molicie. Es altamente lúbrica y vulgar, sin embargo Lou Reed y señora parecen tener un poquito de frío.
ResponderEliminarSalud
Si, cierto, tienen frio, pero a mi el poema me transporta al calor. La foto la entendía como un contraste climático. Tal vez provocado por su rock animal y los excesos de la pareja aquella época.
EliminarSalud
En el amor el frío y el calor se integran muy bien, Miguel Ángel. Sí, el poema es cálido y unitivo, eso pretendía uno. Gracias, mi buen amigo, por tus comentarios y por la continuidad con la que me honras.
EliminarSalud