También llamadas (desde época "Reyes Católicos") Peladillas de Almanzor, pues, según se cuenta (o la crónica inventa), el famoso califa alivió el dolor de la expulsión con la protocolaria ingesta de este dulce.Desde entonces, los Reyes Españoles han elegido fórmulas apelativas populares para evitar aguas mayores, por ejemplo: Don Juan Carlos Uno, uniendo así la familiaridad del uno con la del Don, río que como es sabido no pasa por el Palacio de Oriente.Mas qué más da, como reza el refrán:"A río muerto, rey puesto."O, "Puesto que el rey ha muerto, me rio."O, de manera democrática y parlamentaria, cuando no menos monárquica:"De perdidos, al rey."Si aún no ha quedado claro el tipo de camelo tropical que puede ser una monarquía parlamentaria, podemos recurrir a la mónada leibniziana (supremo ejemplo de independencia sustantiva) o incluso a la ubérrima frase de Julio César en su leche de muerte:"¿Tú también, Bruto?"que, en un alarde sintáctico sin precedentes (y con 23 puñaladas en canal) unió sustantivo y adjetivo, dando brillante comienzo a las modernas monarquías parlamentarias basadas, como es público y notorio, en la corrección* política.
*corrupción
Tal vez el cuerpo incorrecto de alguna santa (o alguno de sus miembros, como al Claudillo de España, que lo fue por desgracia de dos) nos de pistas sobre cómo librarnos de los tuertos en este país de ciegos.
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Hay losas que pesan demasiado, sobre todo las que impone la historia con su particular paso de elefante moribundo. Es cierto, amigo, es un país de ciegos donde el tuerto es el rey.
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