el retrato del tío que se fue a Panamá
(en Happyland lo degollaron de un navajazo)
un tamborón de circo roto a puntapiés la frase
de un muerto odiado doce ciegos
una bruja de Oaxaca enterrando su sabiduría
el movimiento de los cadáveres al quemarse
se paran alzan un brazo
estallan -me dice el comandante-
el recuerdo de la sed y los orines maravillosos
en la guerra del Chaco
una copa de llanto -qué asco
da lo mejor del hombre-
los sueños mágicos del buhonero borracho
que pronuncia como nadie las palabras locura
cólera palidez y cansancio
un sombrero carcomido por la sal del Pacífico
una iguana furiosa desbocada en tu contra
un misal meado un faro muerto
árbol sin frutos de color
venas de un pájaro cualquiera
y para terminar
esta gran llama
esta llama de método feroz
árbol y sangre.
Escultura de Samuel Salcedo |
Bajo tu pelo amargo se pierden los cabellos azules, los de mi propio sueño. Y el prado que yo hice, la montaña, el río predilecto que tanto me costó imaginar. Todo bajo ese pelo que me distrae hasta de tu desnudez. Devuélvame mi mundo. Ríndete a mi sueño vacío, apiádate, puéblamelo de nuevo. Sé en él la débil avecilla, no el huracán tremendo. No me ames así. Apiádate, apiádate. Permanece callada. Uva final del mundo. Piedra con su agua negra derramándose. Seco incendio si quieres. Corazón arrancado del amanecer.
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