Parece que hemos ajupiterizado en una zona indeterminada del campo llena de iniestas y mucha tarama en estado de descomposición. No quedan restos aparentes de la civilización Crónica sin, muy evolucionada, con una temperatura glandular idónea para la resonancia telepática y el buen rollito. Por estas fechas sería allí primavera; la teoría de la relatividad invalidaría estas certezas de no ser porque fue superada hace mil años por la cábala caótica de los quásares, unas estrellas transparentes que engullen la materia a través de unas pajitas de plástico situadas en el ojete del agujero de gusano.Según la cábala caótica del doctor Asinus, en lugar de esta civilización, debería haber quedado al menos, una subcivilización soterrada de curianas, organizadas en una red nodal de comunicaciones tipificadas, con marchamo de autenticidad, conducentes al fideocomiso de la voluntad. Curianas que abarrotan los centros comerciales del subsuelo jupiterino, en búsqueda de prendas de ocasión, tal vez unas gafas de visión estroboscópica para detectar lugares no infectados por la baba de la curiana, es decir, a salvo de entrar en la red cuticular de información esclerótica. El propio caparazón de la curiana ha desarrollado un sofisticado sistema de protección a los rayos infrarrojos, para no seguir creciendo más hasta la proporción del elefante jurásico en el planeta Tierra, que en paz descanse.
Por descontado, no nos interesa investigar más, por el momento, a la civilización Curiana, su nivel de desarrollo cultural es muy inferior al que tenía la civilización Crónica sin, pero a esta última le faltaba cierta agilidad emocional que para la curiana corre pareja a su velocidad corporal: es decir, de vértigo.
Volvemos a Marte, llegaremos el jueves de la cuarta luna creyente, con las caléndulas de Mayo. Tened preparada la incubadora de cóctails.
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