Lo sentimental: un ojo de pulpo tan vidrio que parece muerto y sin embargo ¿por qué cuando le pongo los zapatitos a mi sobrino se me coge en la garganta una estrella de mar? ¿será el sistema límbico? ¿o es que lo liliputiense tiene la facultad de agarrarse al hipocampo (ya saben, esa glándula onírica) como un chiquillo? si se me erizan los rizomas será por algo, no va a ser por Wagner, digo yo.
Si la medida económica, valor de cambio, fuese el séntimo sentimental; por Wagner no daría uno ni un séntimo. Yo creo que cuando más hay que pensar en los niños es a la hora golfa del liliputiclub, como si los niños fuesen los verdaderos seres privilegiados que gozan de la luz y de la vida, la concupiscencia pura con las cosas, intelectual y sensible, no sé si me explico, ustedes me disculpan: voy teniendo ya, más o menos, el mismo aspecto de un respetable neurólogo con barba. Yo quiero a mis sobrinos y a todos los sobrinos del mundo (incluidos los que no tienen familia) con el hipocampo, gusano de seda o asta de carnero ¿gusano de seda o asta de carnero? Sï, antes de llamarle hipocampo a esta región del cerebro que rige en parte la memoria, se le llamaba así, y se pensaba que hacia trabajitos temporales sobre la emoción y el ojo de pulpo: lo sentimental, que está muy olvidado.
El limbo de la habitación de los niños, toda esa marabunta jolibudiense de plástico o de peluche...ahí no pasa nada. Es cuando se te engancha la estrella de mar en la garganta y tu sobrino te dice que te quites la chaqueta, con dos años que cumple mañana.
viernes, 3 de mayo de 2013
ESTRELLITAS DE MAR EN LA GARGANTA
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Me alegro, Diego. Esta concupiscencia que vive en la mirada del niño, es universal. Enhorabuena.
ResponderEliminarSalud
No se qué, algo, como la mirada de tu sobrino, o como como un aroma antiguo, es lo que encuentro en tu texto.
ResponderEliminarGracias, Manuel.
Gracias a tí, Miguel Ángel, celebro que lo hayas visto así, eso he tratado de transmitir.
EliminarUn abrazo