La hora tonta no la quiere nadie. Es como esa niña con gafas culo de botella y dientes de conejo a la que se le escapa la risa a tocomocho, estafa de unos labios que metieron algunos besos dentro de un sobre robado luego por Baumann, un relojero suizo. Ella juega con billetes de quinientos euros ante la atenta mirada del mono amanuense, qué saben ellos dos lo que vale un peine de carey.
Philip Baumann sesteando.
Es la hora del verdadero desengaño. Cuando las moiras urgen en mitad de la siesta con símbolos estéticos y se sueña con la forma de un botijo, pretendiendo así engañar a Freud, maldita sea su teoría ególatra del ónfalo creativo.
Araña rinconera.
Timar a la hora tonta es sencillo. Pero tiene un serio inconveniente: cuando arriba la hora sorda del fogón, las palabras te hierven en la sesera, y el magín da espejismos de oásis.
La hora tonta es ludópata de palabras.
Pedro de UrdemalasPor eso a la siesta se la dibuja con un sombrero de mariachi o...y todo esto por que falta capital en Noruega acasoy más allá a causa de la picadura de una araña rinconera.Cuando la hora tonta se entera ya hay que amputar.
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