Enciendo otro cigarrillo y me digo que ya es hora de poner punto final a este relato, cuya escritura me ha costado tantas horas de trabajo y tantos cigarrillos. No es mi intención sacar de él conclusión ni moraleja. Que se le tome como un elogio o una diatriba contra el tabaco, me da igual. No soy moralista ni tampoco un desmoralizador, como a Flaubert le gustaba llamarse. Y ahora que recuerdo, Flaubert fue un fumador tenaz, al punto que tenía los dientes cariados y el bigote amarillo. Como lo fue Gorki, quien vivió además en esta isla. Y como lo fue Hemingway, que si bien no estuvo aquí residió en una isla del Caribe. Entre escritores y fumadores hay un estrecho vínculo, como lo dije al comienzo, pero ¿no habrá otro entre fumadores e islas? Renuncio a esta nueva digresión, por virgen que sea la isla a la que me lleve. Veo además con aprensión que no me queda sino un cigarrillo, de modo que le digo adiós a mis lectores y me voy al pueblo en busca de un paquete de tabaco.
martes, 23 de julio de 2013
SÓLO PARA FUMADORES / última entrega
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estos relatos me dan fuerte porque soy fumadora empedernida a la forma del autor.
ResponderEliminarYa está en mi imaginario al igual que la actriz Silvana Mangano (Confidencias-Visconti) que murió en Madrid (era yo jóven pero lo recuerdo porque la admiraba) Murió de cáncer de pulmón y su último deseo fue fumar un cigarrillo, cosa que le permitieron (era una clínica de lujo).
Un lujo venir por aquí.
Valeria
Valeria (disculpa la tardanza) y Diego, celebro que hayáis disfrutado con las andanzas de Julio Ramón Ribeyro, los fumadores somos una especie de ave fénix que renace cada día de sus cenizas.
ResponderEliminar