He dado en leer para estos tiempos de clavícula y sofoco, unas ediciones ambigüas, forradas de pasta, sobre los videos y migrañas de los sofístas, metrodorantes de la retórica que ofuscaban sin dolor a la socrática mente, y salían de los pabellones o pompeyos atenienses en opiosa metamorfósis, bufando caliginosas sentencias do acalorar el ya de por sí ensoberbecido clamor del mármol cuyo eco percutía el anaximénico aire de la Acrópolis antes de colarse con frugalidad digna de respeto, suavemente, en las aurículas de los cuidadanos egregios todos, palpitantes de la península del Peloponazo. Como fuere que el precalentamiento del venerable ejemplar a que me refiero, que ha visto ya surcar sobre sus páginas, miríadas de miradas, venía muy subido de temperatura; ha prendido simpar sabiduría en fogonazo fúlgido y aquí me veo tratando con propoleo de paliar, la cara de ícaro que me ha quedado.
martes, 2 de julio de 2013
LECTURAS PARA EL VERANO (las mías claro)
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Su efecto será más retardante y refrescante, si duda, que el de los pantalones macgregor.
ResponderEliminarSalud
Eso espero Miguel Ángel, el reverbero caliginoso de este estío estúpido, jalonado con las infamantes puyas que en el ágora televisiva y en la pecera internética cuecen a las gentes a diario, hace subir la temperatura del intelecto hasta un punto dificilmente soportable si un buen libro a mano. Diógenes Laercio no es mala opción.
EliminarUn abrazo, amigo.