Esta criatura prodigiosa es capaz de hablar todos
los idiomas, falsear los renglones mejor escritos, moldear axiomas a su gusto,
parafrasear a los más insignes próceres que la humanidad ha tenido, recordar
los refranes en el momento menos adecuado, o sea, que en suma, es un ser
insoportable que a los doce años de edad es expulsado del hogar porque ya no
hay quien lo aguante: al menor síntoma de que ha aprendido las endechas del
romancero medieval de memoria y va a comenzar a expelerlas, intercalando unos
solemnes berridos de cabrito, se le manda a la plaza central de la capital de
Tulandia, a recitar para los primos comunes su inacabable y erudita retahíla del
acerbo cultural de Eurora, el viejo continente que se ha quedado sin contenido.
Los primos comunes, como buenos grafómanos que son, toman cumplida nota de todo
lo que dice, y luego, con mayor o menor fortuna, se aventuran en el complejo
mundo de la literadura; sí, la literadura, han leído bien, una disciplina ardua
y difícil, que consiste en escribir sobre una litera de piedra de treinta y dos
plantas, completamente aislados del mundo exterior en su torre de marfil. Una
vez que el cabritonto ha ejercido su
docencia en las universidades de la Mancomunidad del Priorato de Uvas Calientes,
pierde completamente la memoria y puede regresar tranquilamente al hogar
familiar o emigrar a los bosques, donde acaba convirtiéndose en un experto
cazador furtivo de leyendas.
Suele regresar de su periplo por los bosques de
Eurora, convertido en un gran personaje con aureola de magnánimo sabio, al que
todo el mundo llama de Don, sobre todo los camareros de las tabernas más
prestigiosas, que ven en él un lejano pariente que tuvo la valentía de
arriesgarse, y conseguir fama y prestigio, en vez de quedarse detrás de una
barra, escuchando la aburrida sarta de noticias que las ciudades pequeñas de
Tulandia ponen en boca de sus congéneres, historias sobre antiguos papas
sodomizados por el demonio, y otras zarandajas que hacen olvidar, con el
concurso del divino vino, la sangrante actualidad del continente de Eurora, que
como saben, lleva camino de ser conectada a perpetuidad, a la diálisis del ser,
y anestesiada por un siglo más, mientras en los paraninfos de la política se
invocan todas esas grandes palabras vacías: la libertad, la solidaridando, la
fraternura, y los derechos torcidos del hombre. El cabritonto, que no es ajeno
a estas mentiras de tamaño imperial, milita en partidos nuevos, de corte
humanista, donde sus dotes de oratoria legendaria, dan muy bien el pego, pero,
debido a la crisis, la única oratoria que entienden las gentes, a estas
alturas, es la de los hechos consumistas, o consumidos, o consumados, que de
estas tres maneras puede decirse. Al final de sus días, se le llama también cabribobo, ya que alcanza edades
milenarias; algunos ejemplares han llegado a vivir incluso dos mil años, dándose
la extraña circunstancia de que, al volver al seno familiar, han encontrado
otra familia distinta viviendo, ya con los usos de la época pop, o incluso popmoderna,
y tal ha sido el susto, que han arrancado a llorar desconsoladamente
produciendo dañinas inundaciones en el salón.
Si hay algo que me resulte más adecuado a las figuras míticas medievales o las vistas una vez descubierta la América, es el cabritonto. Seguramente por eso parece todos los días que todas las veces lo veo.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
F:
En las Américas, Felipe, estáis en el continente de los contenidos, aprovechad bien; el declive de Eurora es inminente, quizá la profecía maya consista en eso, en el final de un mundo que ya no puede seguir viviendo indefinidamente de las mismas ideas de siempre.
ResponderEliminarUn abrazo, mi buen amigo.
Manolo
¿Cómo puedes tener tanta imaginación Manuel? Me dejas siempre asombrado.
ResponderEliminarSalud y República.
Lo mismo me pasa a mí, Paco, que mi capacidad de asombro no desfallece. Muchas gracias, amigo, que lejos veo esa república y que cerca quisiera tenerla, pero puedo imaginarla con claridad.
EliminarUn abrazo