sábado, 4 de febrero de 2012

Dura lex sed mariposas



Mi marido es juez del tribunal supremo. No recuerdo desde cuando. Tampoco tengo memoria de la última vez que fuimos de viaje juntos. Desde que ascendió al parnaso de la justicia comenzó un lento pero progresivo descenso al infierno de las cláusulas preliminares y las vesículas biliares. Él tuvo siempre un sano buen humor y unas mejillas rosadas que adquirían con un ribera del duero un toque violáceo y simpático. No entiendo que ha pasado, hace unos meses compró un martillo de madera con peana, y se pasa las horas muertas ensayando en el despacho que tiene en casa, dice que quiere lograr un toque severo que transmita respeto y temor, sobre todo temor. Ahora le ha tocado formar parte del tribunal que está juzgando el presunto delito de prevaricación de un juez muy famoso, creo que se llama Falsón o algo así. Si ya estaba mal desde hace años, estas semanas que han precedido el comienzo del proceso en vista oral se pasa las noches como un espantapájaros arrastrando las babuchas de piel de convicto por los interminables pasillos de nuestro hogar con la red de cazar mariposas en una mano y el martillo en la otra. Estoy desesperada. Tiene una bonita colección de mariposas. Les pone unos nombres en latín completamente ficticios. Ahora tiene un espacio en blanco en la colección que reza así: Parsifalia Garzonensis, a decir por el nombre debe ser una especie rarísima y hermosa con brillantes colores que desafían o confunden a sus depredadores naturales. Ojalá la cace pronto y podamos ir a Viena en ese viaje que hace tiempo espero. Le gusta mucho Mozart, lo sumerge en una paz perfecta desde la que parece que contempla las formas puras de la ley en lírica armonía con la naturaleza.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...