Para contrapesar algunas ideas más bien vagas que sobre el oficio del arte tengo, estoy leyendo a Ramón Gaya, que supo como pocos definir el ámbito que le cabe a la crítica en relación al ejercicio del arte. A colación lo traigo, porque toda la polvareda que ha levantado esa solemne patraña de la escultura "Always Franco", a mí me ha servido para meditar mejor en algunas convicciones que tenía mal aprendidas y para afirmar un poco más otras sobre las cuáles tengo menos dudas ahora que antes. No creo que Duchamp represente ni un epígono de lo moderno, ni la piedra fundacional de lo postmoderno, éstas son frases que le cuadraría decirlas a un crítico de arte con gafitas de pasta. Duchamp, "acometió un salto al vacío" me decía atinadamente ayer un amigo. Al otro lado del salto le esperaba el crítico: el bienintencionado o el pedante. Veamos que dice Ramón Gaya:"Hemos visto aquí que la crítica no es tanto que sea errónea, equivocada, ni certera, sino sencillamente que no es; y no puede venir a ser porque carece de origen natural, carece de nacimiento, de alumbramiento. El punto de arranque de la crítica no es más, a lo sumo, que una simple ocurrencia. El punto de arranque del artista creador, en cambio, sí existe, y existe desde siempre, desde que el hombre es hombre, o acaso antes. Cuando aparece el hombre - el hombre común-, ya se encuentra allí, como agazapado, ese vívido impulso creador del que, por otra parte, no sabemos apenas nada. Desde luego es algo muy fuerte, muy vigoroso, pero sumamente enigmático. Es un impulso tan antiguo como actual. De pronto - como por ejemplo sucede en nuestros días - puede parecer que ese impulso ya no está, que ha desaparecido, que se ha convertido en otra cosa, en una industria, en un trabajo, en un oficio, en un capricho. Pero no es así. Lo que en realidad sucede hoy - en todo lo que va de siglo- es más bien que ese impulso ha caído en un compás de espera...necesario y descomunal. Pero un buen día aparecerá en el aire un Arco Iris inmenso y volveremos a tener poesía, música, pintura y escultura verdaderas, limpias, desnudas, sin colgajos adheridos, sin ingeniosidades pegadas, sin sustos, sin sorpresas, sin modas más o menos baratas, sin modernidades de tres perras. Y el crítico - el crítico honrado, el crítico ingenuo - caerá en la cuenta de su fea actividad. Acaso encuentre entonces un quehacer más puro: algo así, diríase, como...una confesión. No sería la confesión de unos pecados, ni tampoco de unas virtudes, sino la confesión de un sentir, de su sentir."Madrid, 1996de Ramón Gaya, Antología, al cuidado de Andrés Trapiello. fundación santander central.
El Hombre Río es una escultura flotante anclada en el río Guadalquivir, delante del puente Miraflores en Córdoba, es una obra de los escultores Rafael Cornejo y Francisco Marcos. |
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