La estatua de la libertad, por fin libre. |
Llevo ciento veinte años iluminando la Tierra con la idea de la libertad. En todo este tiempo he visto pasar muchas generaciones de seres humanos que me miraban ilusionados. Muchos de ellos honradamente pensaban que lo máximo a lo que podían aspirar en la vida se cumpliría bajo el amparo de la inmaculada concepción que me creó, cuya venerable tradición multisecular guarde el FMI y el FBI, a buen recaudo, en los tiempos que vienen: sí, lo peor está por llegar. Yo no aguanto más, me he quitado la diadema de Miss Mundo, he apagado la antorcha y emigro. Me vuelvo a París a disfrutar de una jubilación a mi medida, en compañía de la Torre Eiffel. Pienso utilizarla de biblioteca. Estoy harta de leer reclamos publicitarios. No se imaginan como me duele el hombro derecho. Me importa un pito lo que pongáis a partir de hoy en la peana, por mi podéis colocar si queréis una réplica gigante del payaso de Mac Donald. Buenas tardes.
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