Las vicisitudes del púgil dialéctico son menos evidentes y constatables que las de ningún otro, toda vez que hay momentos en que un buen par de puños se convierten en dos razones de más peso que argumento alguno. Con el tiempo, no obstante, la pulcra honestidad del boxeador ha caído en descrédito. Ahora el héroe lucha con micrófono, y en compañía de sus más acreditadas opiniones recorre el orbe intentando seducir el intelecto de sus iguales. Está claro que este estilo de pugilismo es un avance civilizatorio. El problema es que en no pocas ocasiones, la seducción se intenta utilizando métodos bien distintos como el soborno y el engaño, en cuyo caso; lo más educado sería partirle la cara al vocero de la actualidad. Es conveniente acordarse en esas ocasiones de Sócrates y la mayéutica, basada como saben en un diálogo de preguntas y respuestas, asentado a su vez en la muy sólida idea de que la verdad reside en el alma del ser humano, quizá escondida muchas veces, como se esconde el rostro el luchador cuando le sacuden, en espera de poder responder convenientemente. Creo que el reglamento de este noble deporte es ejemplar y vendría de perlas en las redacciones de los diarios y en las salas de radio, donde tan a menudo se utiliza el golpe bajo o se abraza al contrario en un claro acto de cobardía. Hay que ganarse unos terrys.
Lo mejor es escuchar a un contertulio defender una idea en el medio A y al día siguiente defender la contraria en el medio B. Un saludo. SFS.
ResponderEliminarSí, efectivamente corren tiempos en que la honestidad brilla por su ausencia, sobre todo en los medios. Produce un rubor incontrolable el tema. Un saludo afectuoso.
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