Vinieron cogidas de la mano las desgracias, cantando un coro de voces blancas, me pusieron dos o tres desgracias debajo de la almohada: me quedé sin trabajo el mismo día que se paró para siempre el equipo informático portátil que me acompaña, haciendo las veces de persona suplente. Estos pequeños inconvenientes que se aproximan a mí ahora son dos números de la policía nacional, ya saben, ese cuerpo institucional de agentes musculados al servicio de la sevicia contenida del poder, representada en último término por un chupón de Kojac. El hecho de ser calvo me perjudica, me confunden con Michel Foucault o algún activista con las ideas claras; el caso es que yo soy sólo un escritor, un señor con una cierta tendencia a recomponerse el flequillo mientras se entera de absolutamente todo. Estoy rebuscando unos cartones, agente, para poder proseguir con mi carrera de literato, lo más en solitario posible; no tengo ordenador personal, me he visto obligado a mendigar un poco de tinta entre mis amigos. Ninguna excusa era buena. La libertad de expresión ya no incluye desde hace unos meses a los que no tenemos equipo informático y tal, los únicos cartones que están permitidos en la ciudad son los del bingo y muy extemporáneamente se utiliza el papel de fumar, y muchísimo menos para cogérsela: no obstante, fue descubierto hace unos días el Premio Nobel de literatura, Colombo, sosteniendo la pluma con papel de fumar mientras perpetraba otro de sus cuentos con suspense. A mí no me dejan escribir. Venga usted si es tan amable con nosotros a comisaría que le vamos a regalar un paquete entero de bolígrafos bic de punta fina; pero que sea la última vez que le vemos a medio caer en el contenedor de papel por unos cartones, es usted una persona de muchísima estima y la prensa está pendiente. Hoy ha tenido usted suerte de encontrarnos, somos admiradores suyos señor Colombo ¿nos firmaría estos ejemplares de La fugacidad fingida? Sólo una cosa más...¿aquél personaje calvo con la cabeza como un chupón era un filósofo francés? ¡Quién lo hubiera dicho, tiene usted un ingenio increible!
jueves, 25 de octubre de 2012
Sólo una cosa más...
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Cráneo privilegiado, señor saxofonista, que se dijera de Máximo Extrella, el trasunto de Alejandro Saba en Luces de Bohemia, según me dijo al oído un día de indignación insoportable Valle Inclán. Salud
ResponderEliminarNo osaría uno compararse con el maestro del esperpento español, Prudencio. Soy un escritor de provincias y me lo paso pipa, Pla decía algo así, con mejores palabras que yo, seguro. Celebro que te guste. Salud
ResponderEliminarEres un artista Manuel, todo lo que escribes lo deja a uno perplejo, por lo menos así me quedo yo. Da gusto.
ResponderEliminarSalud compañero.
Me alegro, Paco, que disfrutes con estos juegos literarios. Surgen de una perplejidad también, por supuesto. Gusto de tertulias desde hace muchos años que aún siguen vigentes. Lo malo es que hable uno solo. Un abrazo y salud, amigo.
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