Será por timidez o discreción, pero, a pesar de llevar una vida muy arrastrada, la pelusa tiene un alto sentido del honor. Quizás por eso, al barrer mi habitación, he descubierto una pelusa dándose un revolcón con restos de vello púbico, y antes de eliminarla me ha mirado con dos monedas de céntimo que tenía por ojos y, viendo que iba a ser pasto de la basura, me ha dicho que dimitía de pelusa, rogándome la tirara por la ventana. Ha sido un momento muy emotivo. No es frecuente encontrar pelusas a las que les quede aún restos de dignidad. Compadecido, la he colocado en el alféizar de la ventana. Después de dirigirse en japonés a los primeros rayos de sol primaverales, se ha hecho el harakiri con un imperdible. Era una pelusa samurai.
miércoles, 20 de marzo de 2013
DIMISIÓN DE LA PELUSOMBRA
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¡Valiente pelusa! se hubiese llevado de maravilla con las gotas de Cortázar (si ambas no hubiesen optado por el suicidio, claro).
ResponderEliminarCierto, son complementarias hasta en la desgracia. Gracias por venir, M.
EliminarSalud
He descubierto que los pelos, mejor si largos, atrapan las pelusas, realizando una callada e impagable labor de agrupamiento que nos facilita su eliminación. Si nos da pereza ir a por el cepillo (olvidémonos de la mopa, ese invento que sirve para arrastrar la porquería de un sitio a otro), podemos recoger sencillamente los bolirronchos con la mano y echarlos a volar. Sirve para quitarnos de la vista "lo mayor", por ejemplo si hay visitas.
ResponderEliminarPelos y pelusas se seducen, sí, Sergio. Estos bolirronchos a veces se esconden solos de las miradas indiscretas.
EliminarProcuro que la escoba se contenga, es pelusívora.
ResponderEliminarSaludos
Esta claro Manuel que el tema te inspira, ¡y me alegro!.
ResponderEliminarNunca sabemos dónde, porqué, ni cuándo va a saltar la chispa que prenda las pelusas de la inspiración.
Salud