martes, 12 de marzo de 2013

EL MUSEO DE LA PATATA



Soy un tubérculo. Un intrépido corazón de patata, eufórico, hidrófilo. Sí, tienen razón, puedo parecer patético, pero quisiera formar parte de algo más grande, quisiera ser el ingrediente de una gran tortilla de patatas. 
   Una humilde y enorme tortilla de patatas. Trabajar en equipo ¿saben?, es muy triste la soledad, a veces los niños me pinchan con las puntas de sus paragüas y se rien de mis malformaciones. No saben que el planeta tierra tiene forma de patata.
   No se imaginan ustedes la rabia que puede llegar a acumular una patata cuando nadie la quiere, cuando nadie la acaricia y le quita la cáscara trémula llena de tierra. Sentir el roce de la hoja de un cuchillo es tocar el cielo para nosotras. En cambio aquí me tienen, en un museo, rodeada de turistas que van envejeciéndome a base de fotografías y deslumbrada por los flashes.
    Es fácil cerrar los ojos cuando se tienen sólo dos. Para mí sin embargo es un suplicio cada vez que una nube de curiosos se arremolinan para inmortalizarme. Es un infierno ser la patata más grande del mundo y un día de estos armaré una buena. Me escaparé del museo rodando y tomaré un baño de aceite hirviendo. Harán falta muchos huevos para pararme. En serio.
Dibujo de Graham Lambkin

3 comentarios:

  1. Los tu ber culos es lo que tienen, que han nacido para el paseo libre y no para la clustrofobia de un museo.
    Salud y huevos rotos.

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    1. Y tanto, rellenos de fécula como están, es imposible que estén quietos.
      Salud y papas arrugas

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  2. Habemus papas.
    Gracias por la sonrisa, Manuel.

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