viernes, 8 de marzo de 2013

LA VISITA, de Sławomir Mrożek

Estaba sentado como de costumbre a la mesa tomando el té, cuando en la puerta apareció un arcángel con la espada flamígera.
   -Tenga cuidado, arcángel, de no quemarme con su espada el armario, es inflamable- dije intentando tomarlo a broma. Era un método ya probado, lo había utilizado en numerosas ocasiones, aunque en circunstancias muy diferentes. Basta con aplicar un tratamiento grotesco.
     Pero el no hizo caso, sino que siguió mirándome.
    "Debe de tener poco mundo -pensé-. No habrá visto el teatro del absurdo, no entiende de bromas."
    Aparté el té y me puse a reflexionar sobre qué podía hacer.
   ¿Tratarle desde un punto de vista materialista? Por su naturaleza, es decir, por la naturaleza del fenómeno, era imposible. Al fin y al cabo, el materialismo niega semejantes fenómenos. Negarlo sí que se podía. Pero no en el momento en que él miraba y tenía la espada en la mano, porque si tenía la espada, también podía usarla.
    ¿Tal vez un compromiso? Después de todo, el psicoanálisis no niega semejantes cosas, sino que las explica racionalmente. Si conseguía tratarlo con el psicoanálisis, estaría salvado. La espada, por lo demás flamígera, cuadraba muy bien, el símbolo estaba claro.
    - Comprendo- le dije. Esta espada no da lugar a dudas, es un caso clásico. Y ahora que ya he tomado conciencia de ello y lo he interpretado, le ruego, arcángel, que se vaya.
     Pero él no hizo ni caso, sino que siguió de pie mirándome.
    "¿Qué pasa...?- pensé un poco nervioso-. Con todos los logros culturales de nuestro tiempo y con mis estudios, ¿cómo es posible que no sepa ahora de qué se trata y me tenga que romper la cabeza pensándolo? Un momento, un momento...¿Tal vez he olvidado algo? ¿Tal vez sí que es posible darle una interpretación? Pero más amplia, no con el psicoanálisis, del que, por lo que se oye últimamente, ya se duda un poco. Hay que tratarlo de un modo más sincrético y moderno."
    -No entiendo de física contemporánea- le dije en tono conciliador-. Pero parece que existe algo como la indeterminación entre la naturaleza molecular y ondulatoria de la materia. De modo que si el arcángel es algo por el estilo..., digamos un fenómeno intermedio, o quizá limítrofe, o tal vez algo más, es decir, algo menos..., un continuum, quiero decir, aunque por otra parte tampoco del todo un continuum...
    No, tampoco. El arcángel me miraba con aire impasible. Y  no era de extrañar, ya que hasta para mí mismo mi deducción resultaba poco convincente, además me había liado. El tiempo pasaba y yo tenía la sensación de disponer cada vez de menos.
    -¿Puedo ir al lavabo?- pregunté.
    No me lo prohibió, pero tampoco me dio su permiso. Así que lo tomé por un consentimiento. Al fin y al cabo soy sólo un hombre, ésta es mi limitación, pero también mi derecho. Y se suponía que no iría conmigo al lavabo, con la espada no quedaba bien.
    Cerré la puerta con el pestillo y de pronto tuve una iluminación.
    Pero si él no me exigía que yo comprendiera quien era él. Y menos aún que se lo explicara. Quién era, lo sabía él mejor que nadie. O en todo caso, mucho mejor de lo que podría deducir yo. Después de todo, un ángel es algo mucho más grande que yo, que apenas soy un hombre, y, ¿cómo uno más pequeño puede entender a uno más grande? De modo que si él me exigía algo, sería sólo lo que podía exigir de mí, es decir, sólo aquello de lo que yo era capaz. Y todo aquello de lo que yo pueda ser capaz, en el mejor de los casos, es comprender quién soy yo mismo.
    Tiré de la cadena para guardar las apariencias y volví al ángel. Pero él ya no estaba.
    "Ya no vendrá hasta justo antes del final - pensé-. Sabe que esto no se puede conseguir en el acto."
La vida difícil,  Sławomir Mrożek, Edit ACANTILADO
Traducción de Bozena Zaboklicka y Francesc Miravitlles

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