lunes, 19 de agosto de 2013

A la Buelva de la esquina está el milagro.


No mires la hora, no ahora, un reloj es una perorata postiza de mundos para lelos. 
      Deja pasar espacios, despacio, aparta el cartapacio Cristóbal, que no se ve el quilombo, bébete la risa Marisa tu verás que te sale la puritita cara de la Monalisa, la risa de topacio, sin prisa, sin prisa, sin prisa (esta recomendación seguiría hasta el infinito, nunca es suficiente) los dientes morados por vino tinto, Jacinto, de vino malo, Gonzalo, no te quedes follando en el coche con Mariló - Armando (se complacen en invitarles a su enlace matrimoniaco)   
     Detén la mirada bordada, yo tiro mis ojos como los dados y donde caigan, donde te de la gana, Mariana, allí te paras, pero un ratito ¡qué no se pierda el encanto!

 
¡Qué pases toda la noche en vela y ocupes los silencios recreando cómo será la luz de la mañana! Al final del muelle hay un banco, el balcón de esta marisma doliente, fugitiva y risueña que es el ser, marisma del Odiel oliente melodiosa jodida tranquilidad que siempre amanece un poco más temprano vete a tomar por cole segoviano (aquí se rimaría un nombre que termine en ano, Ano mismo) el canario quiere alpiste de colores.
    Sí, sí, vamos a esperar que llegue la mañana espiando la estatua de bronce que tiene Juan Ramón en Huelva (usté mañana), sentado en una silla de anea, si te fijas bien como cuando miramos la lluvia dorada de asteroides en el momento que te pican los ojos, la mano que descansa suspendida en el brazo izquierdo del asiento le tiembla, porque desde el pasado perfecto poético también se tiene parkingson.

     No mires la hora, no ahora, niña, tómate una caipiriña, deja pasar espacios risas caras polvos (cosmética del amor) dados échalo todo a suertes. Ya ves que tengo el gran cañón del colorado aquí en mitad del pecho fumándome entero como a un puro habano. Aquí a la Buelva usté la esquina está el milagro, lo poquito, lo sutil, como tan de vez en cuando.
     Y lo más importante de todo: Mamá, tráeme conchitas de la playa para hacerme un nido de pájaros en la mollera.  Hijo, tienes 44 años. Y qué más da, la vida es un soplo.
Colage de Al Juarismi

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