La mandarina parecía de porcelana china. Todo en aquella casa estaba allí por un designio personal de tu madre que, proveniente de un mundo muerto y pasado, decadente, escrito a fuego en la historia; quien sabe qué vanidades podía alimentar en la memoria, ante ese baúl infame de recuerdos sin valor: colecciones de cristal de Bohemia, la radio en que tu tatarabuela escuchaba las noticias de la pérdida de las Filipinas, el cuadro de tu tío, luciendo un bigotazo de mariscal de campo: le costó una fortuna. Todo tenía ese minucioso acabado de producto de lujo reluciente, o el no menos pedante brillo de cosa ajada que aún funcionará muchos años. Todo casi acabado de comprar o quizá heredado hace tiempo, de un abuelo carlista cuyo abuelo a su vez, conquistó Bucaramanga. De vez en cuando pasaba un huracán con nombre de niña pobre por el salón y componíais un poco el gesto, adocenando sonrisas, mueca insulsa, en cuyo rictus no entraba siquiera la posibilidad de un mal chiste. El café estaba muy rico, sí. El tueste natural torrefacto aromatizó por un momento los paladares con un guiño de perpleja ingenuidad, secretos del aroma sudamericano que corre por vuestras venas de mimbre, con un lindo exterior de fachada neoclásica. Por un momento todos tuvimos la misma edad más o menos. Un espejismo que hizo más necesaria la sed que le seguía, incoada por un dolor seco y oscuro, y la certeza, casi, de que la mandarina era de porcelana. No la quise tocar. Me pareció que todo estaba roto a la perfección.
jueves, 8 de noviembre de 2012
Visita de cortesía
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
He entrado también en casas donde ya todo está cuidadosamente roto desde siempre. La imagen es muy interesante, aureola y misticismo afuera, frialdad mecánica dentro.
ResponderEliminarNo he podido evitar el recuerdo, quizá quede aquí inoportuno, de una vez que filmaba algún bautizo y al término el monaguillo se acercaba ofendido para decirme que había dado la espada al santísimo todo el tiempo. Tuve esa misma certeza de museo arqueológico que, me parece, apuntas aquí.
No me tomes a mal la asociación, Manuel. Como siempre tus microfábulas me gustan mucho.
Un saludo afectuoso.
Rodolfo.
Una asociación acertada, Rodolfo, muy apropiada. Es esa disociación la que la procura la imagen, los fantasmas del idealismo, mi buen amigo, de ahí la reacción del monaguillo. Apuntamos con la caña sutil de la mirada totalizadora, omnicomprensiva: y aparece el fantasma desnudo. Muchas gracias por tu comentario valioso, un saludo afectuoso.
EliminarSalud
Manuel Marcos
bonito lugar, para fregar con lejía?
ResponderEliminarbesos
Con lejía perfumada.
ResponderEliminary cómo aguantan siglos y siglos esas cosas rotas a la perfección.
ResponderEliminarse tatúa esa imagen.
abrazo gordo.
Parecen tatuadas en la sangre como el adn. Un abrazo, Antero.
Eliminar