ÍNSULA LITERARIA
Con una tímida piedad me acerqué a él. Le pregunté si se encontraba bien, lo zarandeé un poco. Era Erik Satie y estaba muerto. Retire la mano y métasela en el bolsillo - me dijo-visíblemente molesto.
Veo que compartimos el gusto por Satie.Su obra para piano, tan sugerente y delicada, es un deleite para la intimidad, no para los oídos.Un saludo.
Por los oídos entran a veces las intimidades más queridas. Decía que sólo aceptaba como críticos, al público. Saludos.
Veo que compartimos el gusto por Satie.
ResponderEliminarSu obra para piano, tan sugerente y delicada, es un deleite para la intimidad, no para los oídos.
Un saludo.
Por los oídos entran a veces las intimidades más queridas. Decía que sólo aceptaba como críticos, al público. Saludos.
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