Nunca sabe uno en que puede convertirse una palabra cuando sale del alma. Sobre todo del alma, porque salen con una convicción tremenda y la fuerza de un viento demoledor a veces, seductor otras. No siempre tenemos la seguridad de que brotarán en cambio con el ímpetu suficiente para llegar a los oídos de los demás. Esta mañana desayunando con mi familia y hablando de cosas varias he sido incapaz. Las dos o tres frases que he dicho no se me ha hecho el más mínimo caso, conforme salían de la boca han caído sin estrépito, haciendo un ruido esponjoso sobre la mesa (dos palabras han ido a parar al café, después de aplicarles un chorro de agua a discreción las he puesto a secar en el balcón, espero que no se arruguen demasiado) el resto las he recogido en meticuloso silencio y me he venido al dormitorio a domesticarlas. Para que obedezcan al alma y no a la boca. Tienen tendencia a quedarse en la superficie de las cosas sacándole brillo.
El primer paso para domarlas bien es saber lo que uno quiere decir con ellas. He pensado después de tomar un poco el sol por la ventana, en vano intento de inspiración, que las palabras rara avis informan un concepto como para echarlo a volar. He aprovechado para salir a dar un breve paseo y conseguir una jaula vacía, le voy a dar a esta palabra la posibilidad de irse libremente donde le plazca o quedarse conmigo dentro de la jaula, echándome una mano en temas de literatura o filosofía. Al final como habrán supuesto sólo he podido conseguir una jaula vacía del chino. Lo contrario era un follón de anticuario. Pongo la jaula abierta al lado de la pecera, me siento en frente y digo con decisión pero sin demasiado interés: - ¡Rara avis!- Las ventanas están abiertas igual que la jaula, y ella, después de un torpe pero elegante paseillo se ha metido en la jaula y se ha cerrado con llave. Ahora entederán ustedes la profunda satisfacción que sentí al añadir a mi colección de mariposas este ejemplar vivo y de tan vivos colores. Es una experta afinadora del lenguaje y por ende del espíritu. No nos pongamos románticos, por favor. Ahora voy a pronunciar la palabra flexibilización, intuyo que por la forma en que lo diré saldrá una víbora astuta y peligrosa que empezará a jugar con la jarapa. Ya les daré cuenta que ha sido con ella. Antes tengo que domesticarla.
Obra de Alfredo Guillamón Aquí |
¡Magnífico! Después de haberte conocido fugazmente y por intuición tuya, no puedo expresar más que mi satisfacción de leerte, con esa frescura y riqueza que tienes
ResponderEliminarPrudencio, mis respetos. Saludo el día con ganas, sí, gracias a la atención que me brindan mis amigos.
ResponderEliminarEstupendo, hace usted sentir el riesgo hermoso y deseable de tratar con toda rara avis, a despecho de lo que acostumbre la boca. Un saludo.
ResponderEliminarSí, Don Belianís, no pocas veces se escapa por la ventana volando.Saludos.
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