Entre usted y ese inculto autor del Apocalipsis, caben holgadamente (según cálculos no siempre minuciosos) algo así como veinte siglos de fracasos, incurias, malandanzas. Es otro inconveniente, desde luego. Tantas desgarraduras ¿sólo sirven acaso como suplencias de la cobardía? No sin notoria incertidumbre somos capaces de reducir a escombros los espacios impuros del pasado. ¿Por qué entonces no se suicida usted un poco, al menos hasta que acabe el ciclo natural de nuestra podredumbre y resulte más fácil elegir otra historia a partir de la Historia?
Laberinto de fortuna, de J.M. Caballero Bonald
Te doy toda la razón, es decir se la damos a Caballero Bonald. Cioran impresiona en la adolescencia, como todas las poses extremas. Luego se da uno cuenta de que no tiene sino eso, pose y nada más. En absoluto comparable ese fingido dolor con el de, por ejemplo Améry (te recomiendo su libro "Más allá de la culpa y de la expiación")
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Tiene ramalazos de una lucidez extrema, hiriente, necesaria, pero acaba empachando tragicómicamente. Iré a la referencia de Améry, no lo conozco, gracias Miguel Ángel.
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