Si mereciese acaso mi memoria un atisbo de luz entre las sombras, sería en tu regazo, al tacto de tus manos que son como palomas, donde mi frente pensativa, despejada comprendiese con qué sonoro amor de fuente presurosa pasa el tiempo sobre la estela vibrante de los sueños, aún indelebles; veleros henchidos voluntariamente por la libertad del viento, dispuestos a naufragar en este mar sagrado y vulgar de la escritura, donde una rosa se convierte en hueso roto del alma, por obra del capricho inusitado de la musa. Redimir de la gloria y del insulto las flores del espíritu, cuidarlas en el jardín de los versos perdidos, los que están por hallar pero ya están ahí y no se ven. Estas palabras no conocen derrotas ni victorias, son un temblor de hombre erguido en la fragilidad de su voz, que no es exacta ni falsa, sino un testimonio leve como lluvia levantando un recuerdo o una duda, una certeza vertical en rebeldía con la naturaleza, una turgente primavera de ideas inequívocamente universales como el llanto de un niño. Siembra la duda hermosa, atiza las últimas ascuas de la noche. Aún crecen lirios a los pies del caminante. Todavía seremos algo que respira poderosamente al ritmo de una energía fundamental, para la que no hay que pagar por su consumo.
erguido en la fragilidad de la voz, una rosa que se convierte en hueso roto...
ResponderEliminarpenetrante y bello texto, del viento de lo innecesario a esas certezas verticales
Mareva, muchas gracias poeta, celebro que te guste.
EliminarSalud