Flor de balcón matinal
cabello negro y blanca frente
jugando tras las rejas
entre geranios de pobreza
bailando en la maceta...
Te ciñes y alisas el pelo, indolente
o celeste atolondramiento
o delicada imagen
que una voz de ultracieno
volverá a lo oscuro de la casa.
Dejen que la vea,
ensimismada sonríe
cautivando estrellas en su mano
o dando de comer a las palomas
que se arriman.
Ella es un don hermoso
y una brisa gris la esconde
y la ignorancia sopla en la ropa tendida.
Qué alumbre con su gracia el barrio,
cabello negro y blanca frente
jugando tras las rejas
entre geranios de pobreza
bailando en la maceta...
Te ciñes y alisas el pelo, indolente
o celeste atolondramiento
o delicada imagen
que una voz de ultracieno
volverá a lo oscuro de la casa.
Dejen que la vea,
ensimismada sonríe
cautivando estrellas en su mano
o dando de comer a las palomas
que se arriman.
y una brisa gris la esconde
y la ignorancia sopla en la ropa tendida.
Qué alumbre con su gracia el barrio,
sin ella la calle se entristece
se torna pesado el aire.
Cuando no estás aquí, los colores se mudan a otra parte.
se torna pesado el aire.
Cuando no estás aquí, los colores se mudan a otra parte.
Me ha gustado mucho. Tu no dices, tu muestras y esto es lo mejor que puede hacer el poeta. Son todo imágenes reales que se pueden dibujar. Te felicito.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Amigo Manuel me hace mucha gracia eso de tu "archivo expiatorio", me recuerda una carta que envié a los periódicos cuando toda la opinión pública acosaba a Irak y que creían que echando a Sadam Hussein se iba a arreglar todo; ni que decir tiene que ningún periodico publicó mi carta titulada "Chivo expiatorio"
ResponderEliminarAhí va:
Los antiguos pueblos de Mesopotamia, Asiría, Babilonia ... tenían un chivo atado a un poste en medio de la plaza. Lo alimentaban y cuidaban. Era una bestia respetada por todos.
En aquellos pueblos celebraban, una vez al año, una gran fiesta. En medio de una gran algarabía, en la que se llegaba a la catarsis o locura colectiva, hacían culpable al chivo de todos los males del pueblo, todas las culpas individuales o colectivas caían sobre él como si de una granizada se tratara.
En algunos pueblos apaleaban el macho cabrío hasta dejarlo aturdido. Si moría lo destripaban y enterraban sus vísceras, la carne y la piel en mil pedazos los colgaban en las ramas más altas de los árboles para que sirvieran de alimento al buitres. Muerto el chivo lo sustituían por otro que debería ser la víctima expiatoria, un año más, hasta la próxima celebración.
Otros pueblos cargaban al chivo con albardas de esparto y las llenaban de piedras untadas con aceite; cada piedra venía a representar un pecado o una iniquidad colectiva y acabada la fiesta azotaban al macho echándolo fuera de la ciudad, ahuyentándolo hacia el desierto, donde moría de pena y de inanición. El pueblo redimido sustituía la bestia y ataba otro chivo bien plantado en el palo de la plaza mayor.
Siempre los hombres han buscado en Mesopotamia, entre el Éufrates y el Tigris alguna víctima expiatoria para cargarla con los pecados de la civilización. Contentos y liberados se quedan los hombres de poder traspasar sus culpas a otro, por más inocente que sea el macho cabrón, y si además se tiene la ocasión de justificarlo diciendo que el chivo es tullido, que tiene las piernas flacas y que se ha cagado llenando de hedor la plaza, entonces la autocomplacencia del pecador será total. Las culpas serán redimidas, morirá el chivo o irá al desierto y, entonces, deberá atar al palo otro macho cabrón hasta la próxima legislatura.
Salud
Francesc Cornadó
Francesc, que no te la publicaran en ningún periódico esta carta, que es una pedrada lacerante a la mentira que tantas veces intentan vendernos, demuestra a las claras el estado bochornoso de la información, con una mano atada a la espalda por razones económicas. Esta es una gran verdad, que muchas veces le pasamos el muerto a otro, para justificar nuestros desmanes. Le he llamado así al archivo porque hace unos días eliminé, por consejo de unos amigos muy queridos, unas 120 entradas que creo no estaban a la altura de las que merecen la pena. Siempre es más donoso el escrutinio de los demás, que el propio, aunque esto mismo haya de tomarse con prevenciones.
ResponderEliminarTe agradezco los dos comentarios, querido amigo, y tendré siempre en cuenta esa diferencia cabal entre el decir y el mostrar, que no es difícil que se escape. Muchas gracias.
Salud
Manuel