La prestancia simbólica de la rosa (sus célebres espinas) se pudre en bibliotecas. Su adoración destila hipocresía. Seguramente soy un impedido, ciego a la voz de la naturaleza. Pero he oído, vigilante, a un señor que hablando del campo y sus misterios profanos, en suma humanos y basta, dijo; desprevenido de la atención que uno le prestaba: "El campo tiene días sordos." Se refería a ese reclamo secreto, lenguaje del mundo primigenio que hace que el campo calle, y hable sólo para aquellos que labraron su epifanía con toscas manos, su cosecha. Qué sabe uno sino contar esto, por preservar en la memoria la palabra del hombre. Limpia de polvo y paja.
El contraste entre la contemplación del exterior y la práctica. Conocimiento desde la relación íntima, mediada por el trabajo. Desde ahí "el campo tiene días sordos"
ResponderEliminar¡Que genial expresión! Haces bien en preservarla.
Salud, Manuel.