A veces las preguntas se hacen en silencio. Una mirada debería bastar para comprender. A qué tantas palabras con su peso de nube ¿ves? parecen dichas como por encanto. Pero, sinceramente, no nos engañemos, esto no es literatura, es otra cosa; algo que lleva el estigma de una sombra o la acreditada huella de la prosa, a veces. Nada más. No he venido aquí a sorprender la dulce fantasía de nadie, o quizá, quién lo sabe. Qué torpeza sería siquiera pensar que esto vale para algo. Sin embargo, hay que arriesgar: contemplar el abismo que se mece debajo nuestra, el que nos sostiene de milagro, y tirar de la sabana hasta desnudarla entera. Nombrar las cosas, con las palabras de uno. Creadas nuevamente, sin caireles: con la luz de la intelijencia. Con un poeta de Moguer que ya ustedes conocen por sus iniciales y otro, hijo de Cuba, menos conocido. También buscador de una pureza del conocimiento, con pocas pero bien imantadas palabras en versos claros y sinceros. Cierto. La realidad ya es fantástica en sí misma.
ALMA SIN CUERPO
Alma sin cuerpo que me rondas, siento
la mudez taciturna de tu piedra
y tus pasos postizos
se fugan sobre el rastro de mis huellas...
Te conozco,
eres tu quien compuso este poema.
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