Qué variedad de almas en el mercado del prêt-à-porter. Algunas son como esos jerseys delicados de lana de oveja: si cometes el descuido de meterlo en la lavadora, sale encogido y no hay quien lo arregle. Se puede intentar ponerlo a secar...eso si no te lo picotean los vencejos cuando esté tendido... luego plancharlo para que ensanche un poco con unos buenos tomos de enciclopedia, bien calientes por el uso: nada, no merece la pena, lo mejor es donarlo a una entidad de beneficiencia (sí, léase así, beneficiencia) que a su vez se lo encasquetaran a un niño prodigio, es decir, pobre. Estos chiquillos que sólo poseen su inteligencia tratan estas prendas del alma con un cuidado exquisito y hasta que no se le quedan pequeñas pueden haber completado un máster en nanotecnología.
Qué tendrá que ver la vestimenta con el alma de las personas, dirán muchos; pues más de lo que creen. Por ejemplo, durante largos siglos fue tradición entre monarcas, altos dignatarios y demás personajes de la historia, vestir mal adrede. Era una forma inteligentísima de pasar desapercibido y darse un paseo por la plaza pública sin ser notado, para saber de primera mano, qué pensaban de uno los ciudadanos. Abderraman III, el insigne califa de la dinastía omeya hacía gala de un desprecio soberano por los modelitos de la época y recibió una vez en Medina Azahara a un embajador centroeuropeo, con una chanclas llenas de mugre y una chilaba zarrapastrosa, desflecada y con un enorme lamparón de aceite de oliva virgen extra en la espalda...sucede que era una persona de un trato maravilloso y se le perdonaba todo.
Dicen que el tal embajador de la Frisia (que viene a ser ahora un conjunto de casitas campestres, con internet naturalmente, en una región de Alemania, rodeado de montañas y unas enormes y suntuosas vacas que saben inglés y dan la leche ya uperisada) al ver al afamadísimo califa, subyugado por el encantador contraste que hace un alma pura y elevada, aviada con un atuendo de risa, exclamó: -¡Qué Alá, el omnipotente te bendiga y perfume tus pensamientos con agua de azahar !- a lo que Abderramán le respondió: -Vuelva usted, Jurgen de Pituitaria, por donde ha venido, a educar coliflores-. Hay que recordar aquí, que el hombre tardó cuatro años en llegar desde Friburgo hasta Córdoba, y sin entretenerse por el camino, como no fuese para coger una pera de vez en cuando. Algunos historiadores disienten de esta historia y dicen que acabaron siendo muy buenos amigos. Averigua. Creo que estuvo un poco seco con él.
Presididas por la atenta mirada de Al-Juarismi, las almas frisonas poco pueden hacer ante el Califa, de la Perla de Occidente. ¡Cómo cambian los tiempos! Hoy las desalmadas almas teutónicas mangonean cuerpos y bolsas. Salud, Manuel.
Paradójico cuando menos, que los reyes del punkarra berlinés, sean también los que predican las virtudes del ahorro. Aquí en Córdoba es la semana grande de feria y hay alemanes por un tubo, están aprovechando: los que vengan el año que vienen se van a encontrar la caña a cinco euros, qué ahorren. Salud, Miguel Ángel, un abrazo.
Presididas por la atenta mirada de Al-Juarismi, las almas frisonas poco pueden hacer ante el Califa, de la Perla de Occidente.
ResponderEliminar¡Cómo cambian los tiempos! Hoy las desalmadas almas teutónicas mangonean cuerpos y bolsas.
Salud, Manuel.
Paradójico cuando menos, que los reyes del punkarra berlinés, sean también los que predican las virtudes del ahorro. Aquí en Córdoba es la semana grande de feria y hay alemanes por un tubo, están aprovechando: los que vengan el año que vienen se van a encontrar la caña a cinco euros, qué ahorren.
ResponderEliminarSalud, Miguel Ángel, un abrazo.