Para hacerse una imagen, al menos levemente aproximada, de quién pudo ser Sócrates, un personaje, para nosotros, casi más de ficción que real, quizá, de entrada, convenga compararlo con nuestro Miguel de Unamuno, un aldeano también genial que, como aquel maestro de Platón, Jenofonte, el cínico Antístenes y Euclides de Megara, fue también experto en levantar polvorines. Sócrates y Unamuno son hijos de la clase media baja. Sócrates era hijo de Sofronisco, propietario de un pequeño taller de lápidas, y de Fenárete, una comadrona (maia, en griego). Sócrates se refirió en numerosas ocasiones al oficio de comadrona (maieutiké techne) de su madre, y se llamaba a sí mismo partero de ideas.Sobre la mayéutica, hoy, el Diccionario de la Real Academia Española dice: "En sentido figurado, úsase desde Sócrates para nombrar el arte con que el maestro, mediante su palabra, va alumbrando en el alma del discípulo nociones que éste tenía en sí, sin él saberlo." Como se ve, no obstante, hay alguna diferencia entre los discípulos y las mujeres embarazadas: los primeros, según la Academia, no saben que están preñados, y las segundas sí suelen saberlo porque hay que ser demasiado distraída para no enterarse del embarazo, sobre todo a partir del quinto o sexto mes en que una no es visitada por el nuncio (así designa Valle-Inclán, con humor antivaticano, la menstruación en Luces de bohemia).En otro punto coinciden también Sócrates y Unamuno: los dos parecen mucho más viejos que la gente mentalmente desarrollada de su época. Cuando se piensa que los sofistas ilustrados - Protágoras, Hipias, Gorgias, tan vilmente denigrados por el idealista Platón -son incluso un poco mayores que Sócrates y que Unamuno, que siempre será un romántico rezagado, nace cuando el modernismo ha sacudido en Europa las telarañas mentales de todos los pensadores y artistas dignos de este nombre, comprobamos, una vez más, la oportunidad de la comparación entre estos dos talentos tan controvertidos.
Los dos son también, en el terreno religioso, aparentemente revolucionarios: critican la religión tradicional pero, aunque son muy listos, no pueden dejar de creer, respectivamente, en los dioses y en Dios, porque se les aparecen fantasmas por las noches. Por otra parte no deja de ser curioso que tuvieran miedo a los fantasmas ya que los dos disfrutaron de una salud de hierro. Sócrates destacó en las batallas en las que luchó -Potidea (432), Delio (424) y Anfípolis (422)- por su valentía y su enorme resistencia física. Y Unamuno fue también siempre un chicarrón del norte que, ni en los más crudos inviernos salmantinos, nunca se rebajó a ponerse un abrigo.Sócrates y Unamuno marearon, respectivamente, a todo Zeus y a todo Cristo. Sócrates fuen en política conservador, pero sin llegar a reaccionario (por eso Aristófanes, que sí era reaccionario, lo ridiculizó genialmente en Las Nubes y en otras obras). Unamuno fue en política, en su juventud, epidérmicamente socialista: en cuanto sufrió un golpe realmente duro, la muerte de un hijo, hundido por la culpa cristiana, ay, se nos arrojó en brazos del Crucificado. Ya de mayor, Unamuno fue en política de todo: liberal, antimonárquico, republicano, antirrepublicano, franquista, antifranquista, falangista, seminarista, utopista, aznarista, ciclista y, por supuesto, hermano marista.También el final de Sócrates se pareció un poco al de Unamuno. A Sócrates lo condenaron a muerte los atenienses-y, aunque sintamos la tentación de ser malos, hagamos un esfuerzo y digamos que injustamente- porque aquel santurrón los tenía hasta los cojones. Cuando Sócrates fue condenado a muerte tuvo ocasión de huir -en circunstancias similares se fugaron Anaxágoras y Aristóteles-, pero era ya anciano, no había salido de Atenas, salvo para ir a la guerra, y prefirió la cicuta.Unamuno, que al estallar la guerra civil había apoyado a los sublevados, pronunció en la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936, el célebre discurso del "Venceréis, pero no convenceréis", en el que valientemente se enfrentó al general fascista Millán Astray y corrió el riesgo de morir fusilado.Sócrates y Unamuno están también unidos por el antirracionalismo y la misantropía. Los dos tenían muy mala leche. A diferencia de Unamuno, que no se escuchaba a sí mismo, Sócrates escuchaba a todo el mundo. Pero tampoco tenía mérito: era simplemente el buen clima de Atenas, que tanto facilita el diálogo. Unamuno tuvo, pues, para su mal carácter, disconforme con todo, el atenuante de vivir en Salamanca, una ciudad que, sobre todo, entonces era terrorífica Castilla.
de Las anécdotas de Grecia, Macedonia de humor, de Ramón Irigoyen.
Interesante comparación, nunca se me había ocurrido establecerla.
ResponderEliminarRespecto al chicarrón del norte que no llevaba abrigo, algún día te contaré su secreto.
Unos días agobiado de trabajo y se me acumulan tus entradas (por cierto, no me gusta esto de llamarlo "entradas" y "post" todavía menos. Como maestro de nuestra lengua que eres, sugierenos una palabra alternativa y más nuestra)
Un abrazo.
Es magnífico este libro de Irigoyen. Rubor me da, amigo Miguel Ángel, asumir la categoría de maestro, te agradezco de veras la deferencia y me aplico al instante las orejas de burro para no caer en vanidades. En breve subo otro texto de Ramón Irigoyen sobre Epicuro. Intento no pasarme y no poner sabanones, ahora con esta calor tú me dirás...quizá su puedan llamar de mil maneras, a mi no me disgusta entrada, aunque sea lo mismo que pone en la boca del metro, post suena en efecto a guantazo ya. Quizá pálpitos o prontos, a veces son pamemas y otras barruntos, quién sabe, hay tanto bueno por ahí, que mejor estar pendiente del exterior.
ResponderEliminarUn abrazo, te deseo una buena recta final de curso, te imagino corrigiendo exámenes.
Salud
Manuel
¿pendiente del exterior? en algún momento del verano pondré la tienda de campaña portátil, por fuera de la ventana de el dormitorio, así colgante como las casitas de Cuenca...
EliminarMuy buen juego de significados y mejor imagen ésta. Me alegra comprobar cómo tu ocurrencia es tan grande como tu observación, al haber averiguado lo de mis exámenes y demás zarandajas de fechas finiprimaverales. ¿También te dedicas, además, a estas lides?
EliminarSalud
Gracias Miguel Ángel. Qué va, terminé la diplomatura de educación musical pero me he dedicado a los lances musicales y ahí ando con el saxofón de primaveras completas y un verano prometedor. Me quedaría aquí maquinando prosas, pero me temo que la temporada de verano ya ha empezado para mí.
ResponderEliminarSalud
Manuel