La pudicia de Antonio Corradini(1668-1752) |
el impúdico ritmo de tus senos,
mientras el sol se esfuma entre las nubes.
Estorninos o golpes de sombra
que bullen al atardecer sobre los sotos
y cada ser demora su destino...
El mar fue un horizonte
ante el que la extrañeza de la lógica
perdió sus últimas defensas.
Quizá en ti se unan
la carne con su verbo:
el cuerpo es la palabra verosímil siempre...
Sin ningún miedo absurdo
fruto de ignaros juicios,
moderna prez, o vanagloria.
Volverán a lucir aquellas prendas olvidadas
de la belleza clásica, sus veladuras de mármol
encarnando la erótica antigua de los mitos.
Entre la belleza, más o menos turgente, y nosotros, hay que interponer ciertas veladuras. La belleza es el principio de lo terrible y no puede mostrarse directa sin que nos provoque un cataclismo emocional. El verbo y el mármol pueden ser estas veladuras.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Ciertísimo. Lo que me cautiva de estas donnas velatas, Francesc, es que nos induce a una contemplación cuidadosa y cuando salimos de allí, ese impacto emocional ha quedado prendido en el alma con pregnancia.
ResponderEliminarSalud
Manuel
Es maravilloso el texto y sobre todo como el artista puede crear de la piedra la transparencia.
ResponderEliminarSin duda, Paco, esa terribilitá renacentista cobró en estas esculturas una suavidad y una belleza arrebatadoras. Muchísimas gracias, eres muy amable y un buen amigo.
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