Has convertido el claro de luna en una destilación de agua fresca. Genial.
Ahora te propongo la versión lacerante:
Si el claro de luna te reblandeció el rostro, el escozor será irresistible y la lava cáustica dibujará arroyos de llanto desde los ojos hasta los labios y un dolor amargo como la hiel te dejará un recuerdo imborrable en el rostro.
La luz de la razón y el brillo del sol te endurecerán el pellejo y, con el tegumento dispuesto a toda violencia, resistiràs la acometida de las llamas y de las rosas, eso sí, con la piel quemada por los rayos de fuego.
Tras una agresión de clavellinas tendrás que pasar de puntillas por el recuerdo y conservar el cuerpo y el alma y todos los órganos, la piel también, deberán mantener su actividad.
Eso del amor hay que medirlo o, al menos, tener cierta cautela y no caer en la trampa de los aromas [indulgentes, y no dejar que el claro de luna te confunda las visiones de las copas de los chopos que ves [desde la ventana.
El amor que mueve el sol y las otras estrellas las mueve [por el camino de las zarzas.
No crea, amigo Francesc, que no conozco bien el cáustico prurito corrosivo que provoca el amor y su dechado de errores combustibles con el sol. Por eso he escrito el donaire en el estilo corto de aforismo y he dejado en suspenso lo que la luna piense cuando se baña en los ojos de la bella. Hay misterios que siempre serán insondables. Gracias por el poema lacerante, maestro. Salud
Hermoso. Mejor la brevedad, sin duda, y dejar en el poema puertas y ventanas abiertas para que el lector se pueda asomar y entrar en él como en casa propia. Menos es más.
Gracias, Sergio, así es ciertamente, menos es más. Se me antoja difícil, sin embargo, la brevedad, a menudo. Que ha de entrar aire fresco, exacto. Te agradezco mucho el comentario, poeta.
Me envuelven los ecos de Machado y de Lorca.
ResponderEliminarMe gustan estos aires populares.
Salud.
Qué dos palabras juntas y hermosas, aires populares, sí, eso hicieron ellos, elevar la voz del pueblo a categoría de belleza y verdad.
ResponderEliminarUn abrazo, salud
Manuel
Has convertido el claro de luna en una destilación de agua fresca. Genial.
ResponderEliminarAhora te propongo la versión lacerante:
Si el claro de luna te reblandeció el rostro,
el escozor será irresistible y la lava cáustica
dibujará arroyos de llanto desde los ojos hasta los labios
y un dolor amargo como la hiel te dejará
un recuerdo imborrable en el rostro.
La luz de la razón y el brillo del sol
te endurecerán el pellejo y, con el tegumento
dispuesto a toda violencia, resistiràs
la acometida de las llamas y de las rosas,
eso sí, con la piel quemada por los rayos de fuego.
Tras una agresión de clavellinas
tendrás que pasar de puntillas por el recuerdo
y conservar el cuerpo y el alma
y todos los órganos, la piel también, deberán
mantener su actividad.
Eso del amor hay que medirlo o, al menos,
tener cierta cautela y no caer en la trampa de los aromas
[indulgentes,
y no dejar que el claro de luna te confunda
las visiones de las copas de los chopos que ves
[desde la ventana.
El amor que mueve el sol y las otras estrellas las mueve
[por el camino de las zarzas.
Salud
Francesc Cornadó
No crea, amigo Francesc, que no conozco bien el cáustico prurito corrosivo que provoca el amor y su dechado de errores combustibles con el sol. Por eso he escrito el donaire en el estilo corto de aforismo y he dejado en suspenso lo que la luna piense cuando se baña en los ojos de la bella. Hay misterios que siempre serán insondables. Gracias por el poema lacerante, maestro.
EliminarSalud
Hermoso. Mejor la brevedad, sin duda, y dejar en el poema puertas y ventanas abiertas para que el lector se pueda asomar y entrar en él como en casa propia. Menos es más.
ResponderEliminarGracias, Sergio, así es ciertamente, menos es más. Se me antoja difícil, sin embargo, la brevedad, a menudo. Que ha de entrar aire fresco, exacto. Te agradezco mucho el comentario, poeta.
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