Labra con tus manos la efímera premura de las horas
hilos de luz enhebrando esa distancia equívoca
que convocan los besos testigos del abismo de dos bocas.
que convocan los besos testigos del abismo de dos bocas.
Entregadas a un lenguaje de símbolos
donde la carne ahuyenta sus insomnios,
con el verbo luminoso del sueño
realizando en los cuerpos un humano misterio.
Natural evidencia de dos almas
espejos que palpitan ciegos de ternura
enajenados ya de su propia imagen,
álgido páramo de nubes serenas que se abrazan
álgido páramo de nubes serenas que se abrazan
se extienden, ensanchan y golpean duro
sobre el negro futuro y le abren una brecha.
Labradores cuerpos amantes,
boca y dientes contra todo, a pesar de todo,
dos cuerpos, dos poemas de sangre y huesos
tejidos en la carne fulgurante y pesada como un fruto.
Unos ojos donde la vida se olvida de sí misma
donde caen los restos hundidos del pasado
dejando almas desnudas, verdes latidos frescos,
ríos de brazos que desembocan en el inmenso mar
convulso y vibrante.
Voluble y diverso cuerpo de cuerpos
amando desesperadamente luz
en mitad de tanto oscuro desengaño.
En tus ojos los míos
ya no son mis ojos,
son todo mi ser suspendido
en el centro de tu alma como un cielo
transformado, azul metamórfico.
Fugaz y eterno azul penetrante soy,
en tu mirada cóncava me acabo
y dejo la semilla convexa
que fluye por mi cuerpo
sembrando
el surco mojado que divide tu cuerpo.
La luz se prendió en tu interior. Para siempre. No podía ser de otro modo.
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