símbolos muertos o libertad cautiva,
augurio que pretende fijar el destino
con alfileres que punzan plumas
sobre la imaginación sin alas del beso;
la oscuridad ardiente en que estas manos
palpan la cúpula inquieta de tu pecho
clama por una forma evanescente,
sed sin paliativos, espejismo que danza
en la mirada absorta de la noche.
Fuera, los murciélagos, ebrios de luz,
emiten agudos telegramas
ante la soledad esquiva de los muros.
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