viernes, 1 de junio de 2012

Del deporte y los hombres,de Roland Barthes

"Hay libros cortos que, para
entenderlos como se merecen,
se necesita una vida muy larga."
             Francisco de Quevedo




¿Qué necesidad tienen estos hombres de atacar?
¿Porqué a los hombres les emociona este espectáculo?
¿Por qué participan tanto?
¿A qué viene este combate inútil? ¿Qué es el deporte?



La corrida no es exactamente un deporte, y, sin embargo, tal vez sea el modelo y límite de todos los deportes: elegancia de la ceremonia, reglas estrictas del combate, fuerza del adversario, ciencia y coraje del hombre, todo nuestro deporte moderno está en este espectáculo de otra época, heredado de los antiguos sacrificios religiosos. Pero este teatro es un falso teatro, aquí se muere de verdad. El toro que entra en el ruedo va a morir; y la corrida es una tragedia justamente porque esta muerte es fatal. Esta tragedia se desarrolla en cuatro actos cuyo epílogo es la muerte.


Primero, los pases con el capote: es preciso conocer al toro, es decir jugar con él; provocarlo, evitarlo, envolverlo con ligereza; en una palabra: asegurarse de su docilidad para luchar, también él, según las reglas.


Luego, los picadores: aquí los tenemos, entrando a caballo por el fondo, a lo largo de la barrera. Su función es cansar al animal, romper sus arrancadas para reducir el exceso de violencia respecto al hombre.

Tercer acto: las banderillas. Un hombre solitario sin más armas que un palo fino terminado en un gancho y adornado con cintas, provoca al toro: lo llama, lo pincha, lo esquiva con soltura.

Y llega el cuarto acto. El toro sigue siendo el más fuerte, y, no obstante, es seguro que va morir...
La corrida le dirá a los hombres por qué el hombre es el mejor.


Primero, porque el valor del hombre es consciente: su coraje es conciencia de un miedo libremente aceptado, libremente superado.

La segunda superioridad del hombre es su ciencia. El toro no conoce al hombre, pero el hombre sí conoce al toro; prevé sus movimientos, sus límites; puede conducir al adversario hasta el lugar elegido, y si este lugar es peligroso, es que él lo ha querido, lo ha hecho a sabiendas.

Y hay algo más en el trabajo del diestro: el estilo. ¿Qué es el estilo? Es convertir un acto difícil en un gesto lleno de gracia, es introducir un ritmo en la fatalidad. Es ser valiente sin desorden, es dar a lo que es necesario la apariencia de una libertad.

Valor, ciencia y belleza: con estas tres cosas se enfrenta el hombre a la fuerza de la bestia; ésta es la prueba humana, cuyo premio será la muerte del toro.

Por eso, lo que la multitud celebra en el vencedor al lanzarle flores y regalos que éste devuelve airoso, no es la victoria del hombre sobre la bestia, puesto que el toro siempre es vencido; es la victoria del hombre sobre la ignorancia, el miedo y la necesidad. El hombre ha hecho de su victoria un espectáculo para que se convierta en la victoria de todos los que le miran y se reconocen en él.



2 comentarios:

  1. Hay cuentos muy antiguos que se necesita mucha tolerancia para entenderlos. Desgraciadamente, hay individuos que carecen de tolerancia y no llegan a entender ni cuentos ni fiestas y jamás entenderan la lucha del hombre contra la bestia, individuos que no entendieron a los clásicos y en un alarde de intolerancia dicen que hay que prohibir la belleza y el valor igual que se prohíbe la ciencia si es preciso o si no acuerda con sus intereses políticos.
    Salud
    Francesc Cornadó

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  2. Por completo de acuerdo contigo, amigo Francesc, y además no se puede decir mejor. Siempre me cautivó ésta faceta de Barthes de antropólogo de la cultura ¿es que acaso se puede ser antropólogo de otra cosa que no sea cultural, ya que el ser humano es animal cultural por excelencia?

    Salud
    Manuel Marcos

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